CARTA ABIERTA A LOS CANDIDATOS Y CANDIDATAS PRESIDENCIALES DEL ECUADOR

Por Angélica Porras, miembro del Directorio de Colegio de Abogados de Pichincha e Integrante de Observatorio de Género y Diversidad del mismo Colegio

El sábado 26 de noviembre, en varias ciudades del país se desarrolló, la marcha VIVAS NOS QUEREMOS, NI UNA MENOS, en Quito, empezó a las 16h00, con asistencia masiva, alrededor de 5000 personas, la mayoría mujeres se dieron cita en El Arbolito para expresar su preocupación por la violencia de género en su contra y exigir del estado y la sociedad una respuesta inmediata para frenar los abusos de las que somos víctimas.

Resulta interesante rememorar las imágenes de esta marcha, a diferencias de otras que involucran a otros actores sociales.  La marcha Ni Una Menos contó con la presencia mayoritaria de mujeres, de todas las edades, niñas, jóvenes, adultas y de la tercera edad, todas compartieron sus angustias y su decisión de hacerse escuchar. La pluralidad y la diferencia fueron la principal forma de manifestación.

Estábamos allí para expresar un ¡Basta Ya! Contra la discriminación, la violencia y los asesinatos en contra de las mujeres, y, sobre todo para expresar nuestra sororidad con nuestras hermanas asesinadas y con sus familiares y exigir del gobierno una respuesta contundente, que abandone la exclusiva respuesta judicial que reduce la vida de las personas a un entramado formal del que casi siempre las familias resultan desgastadas y tristes, y no genera mayores cambios a nivel de las estructuras culturales que reproducen el machismo, la violencia y el androcentrismo.

Es por demás increíble que ninguno de los candidatos y candidatas presidenciales, o a asambleístas, a ocho días ya de la marcha, se haya pronunciado sobre el tema, ya que fue una acción multitudinaria, que algunos de ellos ni siquiera podrían soñar repetirla, sin embargo ni una palabra, silencio total.

Muchos años llevamos presenciando el horror de muertes violentas en contra de mujeres, perpetradas por los más cercanos, con el silencio cómplice de muchos, de la sociedad y del estado. No se trata de casos aislados, las estadísticas indican que cada semana mueren al menos cuatro mujeres por acciones violentas en el país, tampoco nos enfrentamos a locos o sicópatas sino a personas, parafraseando a Hanna Arendt “terrible y terroríficamente normales”, novios, ex parejas, esposos, enamorados.

Frente a esto, la resistencia, el compromiso individual de hombres y mujeres por una vida sin violencia y, la movilización de nosotras mismas y de quiénes son solidarios se constituye un imperativo ético.

Exigimos que este tema se incluya en los programas de acción de quienes pretenden acceder al gobierno, a riesgo de una vez más dejar de lado las aspiraciones y demandas de al menos la mitad de la población: las mujeres.  De no hacerlo se seguirá debilitando la democracia por la falta de conexión entre las demandas sociales y las respuestas de las instituciones políticas, los partidos políticos y los políticos.

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