Por María Belén Moncayo, Malcriada Total Producciones
Empezaré por reivindicar el inconmensurable amor y respeto que siento por mi hija Martina y por mi hijo Matías, a la vez que el rechazo rotundo al Premio de la Madre del Año. Ese al que desde que naces mujer en el Ecuador, la sociedad entera se encarga de convertirlo en tu única meta de vida. Continúo esta introducción comentando que desde hace muchos años me he desempeñado como instructora de clases de maternidad y paternidad; labor que me ha permitido llegar con mis modestos conocimientos al encuentro de mujeres de diversas clases socio-económicas de Quito. Así como también, desde mi asidero de activista de Derechos Humanos, a mesas de trabajo donde junto a otras y otros profesionales en el tema de Salud Sexual y Reproductiva, propusimos ciertos cambios al Código Orgánico de la Salud (COS); ante los asistentes de los asambleístas que componían -en aquel entonces, año 2014- la comisión de discusión de dicho Código. Actualmente y de cara a las imposiciones que se persiguen para las madres, desde el Registro Oficial del COS, se me antoja revisar el tema de la maternidad, desde la política del cuerpo y la conciencia de clase; en el ámbito público y privado.
Ese óxido de los clavos que presenta este texto proviene de un lugar común, tan conocido como repugnante: el patriarcado. Es así que las mujeres ecuatorianas que devienen madres -todas- deben seguir la senda cual equilibristas en la cuerda floja, para no engangrenar su ser con las imposiciones sociales: el Estado, la familia, el médico, el jefe, el progenitor, el espacio público y la novelería; que podrían resumirse en esa frase que ilustra el imaginario favorito de ese machismo recalcitrante que busca la sumisión de la mujer en todos los componentes de la vida: “MALA MADRE”.
EL ESTADO
Pese a que la Constitución de la República garantiza en varios artículos que las mujeres pueden tener el tipo de parto que deseen, la violencia obstétrica campea de manera infrahumana en lo público; porque si vas a parir en una maternidad que no corresponde al distrito en el que vives, empezarás a caminar en lo que se llama “El Corredor de la Muerte”. Ese que produce vergonzosas cifras de muerte materna; misma que felizmente ha sido combatida con la generosidad de los sueldos de los asambleístas, quienes tras este acto de benevolencia ya no podrán comprarse dos pulseras en Amazon, sino solo una ¡Mamiticos! Pero si por el contrario lo que te lleva al hospital público es un aborto en curso, no es nada difícil que termines en la cárcel; desde luego si eres pobre y negra…más bien será facilísimo. ¡Ah! Pero no faltarán los gobernantes misóginos que se crean con el derecho de decirte que no puedes dedicarte a la maternidad (como sinónimo de vagancia), sino que tienes que “estudiar” y “postergar tu vida sexual”. Sí, esos mismos que te obligaron a recibir clases de religión católica en el colegio fiscal en el que estudiaste…Sí, esos, los que te hacían ver La Rosa de Guadalupe en su canal de TV; presentada por uno de sus ministerios. Y pensar que la única asambleísta que hizo algo para erradicar estas cifras de muerte materna era Social Cristiana y las “feministas” agacharon la cabeza ante el patrón. Eso sí, las buenas intenciones de la primera le llegaron hasta la despenalización del aborto nomás. Pero como los que sabemos quieren hacernos creer que están escuchando a las organizaciones sociales, se les ocurre tomar cualquier propuesta al azar, para el caso que nos atañe, la reforma al COS que busca restringir la venta libre de sucedáneos de la leche materna; sin que paralelamente haya una política pública integral, que propenda a beneficiar las condiciones laborales de las madres lactantes; y peor aún, la posibilidad de que se elabore -en Yachay, por ejemplo- una fórmula nutritiva que sustituya de la mejor manera posible a la leche materna. No, para nada. Su argumento puro, duro e irresponsable es: “Fomentar la lactancia”. Ante tanta magnanimidad solo cabe repetir la frase de la exvicepresidencia del Ecuador: “¡Mija linda sonría!”…y no sea MALA MADRE.
LA FAMILIA
La familia conservadora ecuatoriana es también la cacareadora del estribillo: “Mala Madre”. Much@s lector@s estarán pensando que este texto adolece de lo mismo que pregona: conciencia de clase, por el hecho de que afirmo en líneas superiores que TODAS las mujeres que devienen madres en el Ecuador están expuestas a la categorización de inútiles. He dado clases de maternidad a mujeres jóvenes, blancas y millonarias a quienes sus familias las tratan como tales. No solamente que las culpan por no tener leche en sus pechos y por no estar dispuestas a intentarlo una y otra vez, sino que además también les dicen: “Mija linda sonría…no ve que es el fotógrafo de la Revista Cosas”. De hecho el solo intento de desmarcar a estas mujeres del este problema social, solo por el hecho de tener dinero; es también otro tipo de inconciencia de clase, de racismo y de exclusión. He dado clases también ha mujeres pauperizadas, de las periferias de Quito; a quienes sus familias -dada su corta edad y su numerosa prole- las consideran tontas y putas.
EL MÉDICO
Desde una muy incorrecta generalización me refiero al profesional de la salud que atiende a las mujeres embarazadas, desde el diminuto (estadísticamente hablando) lugar de enunciación de quienes han sido mis alumnas. En el 99.9% de los casos, ellas han dado por hecho que lo que dice el médico, varón, no es discutible. Asumen su diagnóstico como escrito en piedra. Es más, muchas ni siquiera se plantean la posibilidad de tener una autonomía en el parto; y no las culpo desde luego, cómo hacerlo en un imaginario donde la Constitución sirve para limpiarse la nariz.
Desde la voz hegemónica, la del director de un hospital privado de Quito, salió la respuesta a una entrevista hecha por una activista de Derechos Sexuales y Reproductivos: “Mija linda, en este hospital no hacemos partos, solo hacemos cesáreas”. Puedo imaginar su cara de asco, al referirse al “parto” como un fenómeno tercermundista, propio de indias sucias y pobres.
Las historias de violencia obstétrica, en hospitales públicos y privados, que me han sido compartidas por mis alumnas conllevan esa carga perversa de infantilización y maltrato físico y psicológico hacia las parturientas. Expresiones como: “Señora quespues, no grite tanto, van a pensar que le estamos matando”, son completamente posibles. Nuevamente el sinónimo de “¡Mija linda sonría!”
EL JEFE
Ese que no contrata mujeres jóvenes, casadas, porque si se embarazan hay que darles permiso de maternidad y de lactancia. El mismo que contrata mujeres jóvenes, solteras; a quienes acosa sexualmente, muy probablemente las embarace; pero como es casado, la chantajeará con despedirlas del empleo si no abortan. Ese digamos el bajo perfil y promedio. Pero, en la esfera pública, hay también Alcaldes de Quito que se han golpeado el pecho por los derechos de la mujeres; y sin embargo, varias empleadas municipales han sido despedidas de sus cargos por tomarse sus horas de lactancia o su permiso de maternidad. Jefes para quienes el cuerpo femenino constituye un pedazo de carne del cual lo único que quieren ver es a una Mija linda sonriendo.
EL PROGENITOR
¡Vaya joyita! Los hay violadores de niñas de 10 años, hijas de sus amantes o sus nietas ¡vaya! Los hay torturadores de la mujer a quien han embarazado y someten a una nueva violación durante la gestación. Hay también los que después de haber incurrido en una serie de comprobables violencias de diversa índole, por su linda cara (léase poder y dinero) se declaran víctimas que han perdido la custodia de sus hijos; y arman grupos Facebook y van a llorar a la Asamblea Nacional. Desde luego a ellos les aguantan nomás el llanto. Muy gay sería decirles “Mijo lindo sonría”. Y qué me dicen de los que creen que porque la madre tiene un doctorado o trabaja fuera del país, está forrada de plata; y por supuesto no le pasan un quinto de pensión a sus hijos. Pensar que recién a finales del siglo XX, las mujeres pudimos ligarnos en el Ecuador sin el consentimiento del marido…¡Esperen! años atrás también del suegro. Indeed, herencias del siglo de las luces de García Moreno, que en la práctica social todavía se impone: ¿No son acaso trilladas las frases de almuerzos dominicales como “Para cuándo el varoncito”, “Ya te estás atrasando”, “Bello fuera que tengan la parejita”?
Ese progenitor que cuando le nace una niña dice: “¡Ufff, para nomás de que se case!”, “Ufff, la chancletita”; el mismo que por su varón va y compra en Amazon habanos Partagas o como mínimo una jaba de bielas.
Todos los demás, son los padres ecuatorianos; esos hombres feministas y comprometidos con una crianza libre y autónoma. Muchos de los cuales han sido mis alumnos y me han devuelto la fe en la humanidad.
EL ESPACIO PÚBLICO
La calle, las plazas, las revistas para mamás, la publicidad; en el Ecuador, son la apología de “Mija linda, ahora que ya es madre…sonría”. No hay capital de provincia del Ecuador que no tenga un monumento a la madre, muchos de estos con esculturas de mujeres gestando y rodeadas de una prole numerosa; acompañadas de loas de exaltación de la figura materna, como el epítome de la excelencia de los femenino. ¿Has visto alguna vez una portada de revista para madres con una mujer embarazada vomitando de puros estragos? No, no has visto. Como nunca has visto un comercial de TV, en el que una mujer hable sobre la autonomía y soberanía sobre su vida y su cuerpo; para anunciar toallas sanitarias, por ejemplo.
LA NOVELERÍA
Le tengo tanto o más terror como a los antes mencionados. Con novelería me refiero a estos espacios papa frita, producto de la con-fusión de lo hipster, lo hippie, lo New Age, “el feminismo”, la cosmovisión andina, la ginecología natural y el yoga; que brotan de la noche a la mañana, desde un total desconocimiento de lo que prometen y desde luego de una profunda inconciencia de clase. Sí, lo digo yo, una instructora de Pre y Post Natal Kundalini Yoga; quien con conocimiento de causa ha visto cómo estos espacios improvisados, han caído en la misma exclusión que tanto imputan al patriarcado. Espacios que se asquean de que una mujer que trabaja 8 horas diarias (cuando no 14) se tome una pastilla alopática para no desmayarse del cólico menstrual en el trabajo; y por el contrario esperan que tenga tiempo de hacer un ritual con su sangre. Grupos que se aterrorizan cuando esa misma madre necesita darle un biberón con leche de fórmula a su bebé y con una facilidad de palabra recomiendan: “Renuncia a tu trabajo”. Talleres donde señalan con el dedo a las mujeres que deciden ser madres solteras, donde no hay cabida siquiera para contemplar el hecho de que en el mundo real hay millones de mujeres que ha decidido no ser madres; y qué decir de lesbianas adoptando o gestando hijos…¡El acabose!…Y ya con lo que voy a decir a continuación les voy a terminar de caer completamente mal: resulta que aquellas alumnas mías que no han hecho tanta bomba del parto respetado, en agua; con toda la parafernalia correcta, han dado a luz en condiciones no solamente de parto natural, sino que han sido alumbramientos poéticos. Por el contrario, ya he perdido la cuenta de aquellos casos en que las mujeres están obsesionadas (en el sentido peyorativo de la palabra) con tener un parto al más puro estilo Michel Odent, y terminan en labores de parto súper complicadas y cesáreas. La forma de nacer no puede ser una moda, tiene que ser un ser y un estar, en tú aquí, en tú ahora; siendo fiel solamente a tú verdad. No a la del Estado, no a la de la familia, no a la del médico, no a la del jefe, no a la del progenitor, no a la del espacio público. ¡Desmárcate de la novelería y sé la madre que puedas ser!