EL DÍA QUE NOS PROHIBIERON LLORAR

“Estamos en emergencia nacional aquí nadie me pierda la calma, nadie me grita, o lo mando detenido sea joven, viejo o una mujer nadie me empieza a llorar o a quejarseME, por cuestiones que falten a no ser que sean seres queridos que hayan perdido”

Rafael Correa 21 de abril de 2016

Todos los días los seres humanos batallamos por sobrevivir día a día, cuando algo nos lastima física o emocionalmente, lloramos, hasta cuando somos inmensamente felices y cuando pasa una catástrofe como la que vivimos los ecuatorianos, todos absolutamente todos, tenemos derecho a llorar, a desahogarnos y a que alguien nos preste una luz de esperanza, de fuerza, de contención, de soporte. Somos seres humanos, guardamos una inmensa sensibilidad ante las injusticias, ante el dolor del otro, del propio. No aplica para Rafael Correa.

Por @DayumaEc

El pasado 16 de abril de 2016, los ecuatorianos fuimos golpeados por un terremoto de 7.8 en la escala richter. Más de 570 muertos (de acuerdo a datos oficiales), cientos de desaparecidos y miles de damnificados, así como cuantiosos daños materiales. La provincia costera de Manabí, fue la más afectada, pero también las provincias de Esmeraldas, Los Ríos y Guayas. Para el Ecuador ha significado una catástrofe, pero no ha sido la única en estos días. Producto del terremoto que arrasó con varios pueblos, también hemos tenido que aguantar un terremoto emocional y social, un remezón económico, fruto de la crisis que venía el país atravesando y agravada por las medidas económicas que pretende implementar el régimen.

El terremoto que los ecuatorianos vivimos, y sobre todo las personas damnificadas, ha desnudado la inoperancia del Estado para enfrentar esta emergencia. Sin un centavo guardado para este tipo de desastres, el gobierno no supo actuar a tiempo:  dos horas después del evento, recién el Vicepresidente dio la cara y la Secretaria de Gestión de Riesgos, no sabía para dónde mirar. Los heroicos Bomberos de Quito y los voluntarios  de la sociedad civil, fueron los primeros en llegar a las zonas más golpeadas: Pedernales y Canoa. La solidaridad de los ciudadanos y organizaciones sociales, no se hizo esperar y ha sido el principal aliento y contención emocional para los damnificados.

Si bien en primera instancia del terremoto reinaba la confusión, el terror, los saqueos, casi al mismo tiempo vino la desesperación por sus familiares, los heridos, los muertos, el dolor de haberlo perdido todo. Las poblaciones más afectadas están atravesando problemas económicos, psicológicos y sociales.

Hay un trauma alojado en sus ojos, sus corazones, sus sentidos.  Ni siquiera han podido tener duelo por sus muertos, y otros no hallan consuelo por sus desaparecidos. Cuando un desastre llega, parece que viniera otro y otro encima. La falta de comida, de vestimenta, de agua, de medicinas. El hecho de ver el vecindario como una zona de guerra. Las pérdidas simbólicas, los sitios, los recuerdos, las historias. La escuelita, el tendero, la farmacia, los vecinos, los amigos. Y evidentemente todo ello ligado a la incertidumbre frente al desempleo, el desplazamiento, la destrucción de las familias, del tejido social, la pérdida de sus bienes.

Los efectos del terremoto son complejos, aún no lo hemos visto todo.

Y es en este sentido que quiero expresar mi indignación y seguramente la de millones de ecuatorianos, frente al accionar gubernamental, las denuncias de robo de donaciones, la lentitud en la entrega de donaciones, hechas por diversos actores, para ponerlas en fundas con el logo gubernamental, el turismo de solidaridad de los funcionarios públicos, las fotos para “conmover”, la propaganda del desastre y de cómo el gobierno “ha sido eficiente”.

Es inconcebible ver a un presidente que llega a las zonas afectadas, con tremenda caravana de su aparato de seguridad y  que ni en estos momentos se desprende de la “majestad de la presidencia”, para actuar como ser humano. Cree que los damnificados están en sabatina y por tanto deben guardar orden, aplaudir y sonreír. Las personas damnificadas del terremoto, son doblemente víctimas, al ser objeto de agresiones de un presidente insensible, que no tiene tino para tratar a las personas afectadas, que los amenaza y amedrenta. Emocionalmente, la gente está destrozada, desesperada, y el Presidente Correa llega a la zona cero, con amenazas, a maltratar a los damnificados e impedir que se desahoguen, que exijan, porque ellos están viviendo una catástrofe emocional, social y están en todo su derecho de indignarse de exigir, de llorar, de reclamar, hayan o no perdido a un familiar. No hay justificación para amedrentar y amenazar a una población damnificada. No es un tema individual sino comunitario, colectivo, social.

Rafael Correa, fuera de sus casillas grita y demuestra su pésima forma de actuar en casos de desastre: “Si siguen alterando el orden, si me vuelven a gritar los mando a detener»…A damnificados en Muisne. ¡Gritar por agua o ayuda no es delito! Como decía un tuitero, para entenderlo, solo es necesario una pizca de sentido común, señor Presidente.

En estas situaciones los pobres son los más afectados y son los que esperan el socorro del Estado. El presidente Correa contabiliza los muertos, los heridos, los desaparecidos, los daños materiales y no se pregunta qué pasa con los daños psicológicos, sociales, económicos. Su actitud lo demuestra. El presidente Correa NO mira el proceso de ayuda, ni de reconstrucción como un proceso social, con la participación social, sino como un proceso para conseguir recursos, porque con plata todo se soluciona y con su criterio personal, por demás antojadizo.

El pueblo manabita y esmeraldeño resiste frente a esta situación, tiene a su lado a lo mejor que ha despertado en Ecuador, la solidaridad y movilización social  que se han puesto de manifiesto con toda la fuerza y esplendor.

A nivel internacional, los grupos especializados de rescatistas, médicos, psicólogos, etcétera, de diversos países, han salvado tantas vidas y por ello todo Ecuador les da las gracias, así como a nuestros queridos bomberos de todo el país, la Cruz Roja, policías y militares y por qué no,  a funcionarios públicos que cumplen su labor por solidaridad entendida como una expresión humana, genuina, sin calculo. Diversas fundaciones, organizaciones sociales, colegios de profesionales, medios de comunicación, grupos deportivos, urbanos, artísticos, familias enteras, ciudadanos que se han activado en las redes sociales para trabajar en conjunto, demostrando que su accionar es más efectivo, y seguramente, a largo plazo se mantendrá de pie junto nuestros hermanos.

Hay mucho por reconstruir, no solo en el ámbito material, sino en lo emocional, social y  cultural.

¡Fuerza Ecuador!

Fotos: medios de comunicación
Video: redes

6 thoughts on “EL DÍA QUE NOS PROHIBIERON LLORAR

  1. Raúl Jaramillo Bustamante

    Son arduos y múltiples los sentimientos que hoy nos abruman y siempre es necesaria la precisa lucidez para leer y luego discernir con criterio los acontecimientos. Mas aún en este momento que hemos precisado guía y liderazgo de un presidente que no ha dado la talla. Gracias por tus palabras que ponen en claro las percepciones de la mente que se nos quedaban en la boca.

  2. pedro segundo

    lo acontecido indigna al verdadero pueblo;lamentablemente este personaje nove el bosque de problemas por que le tapan los arboles de su guardia personal

  3. Ecuatoriano en el exterior

    Vergonzosa es la actitud de este presidente quien se porta soberbio repitiendo la actitud del govierno ecuatoriano hacia los damnificados. No dejen que se repita los hechos del 1949 cuando los ricos se aprovecharon de lo que el resto del mundo mando para la reconstrucción de los pueblos Tungurahuenses.

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