LICENCIA DE SANGRE DE CEBOLLA

Por @Sinburka

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre”.

Cancionero y Romancero de Ausencias.
Miguel de Hernández.
 

Saltan a mi memoria estos versos de uno de los grandes poetas y dramaturgos españoles del siglo XX. Los escribe en respuesta a una carta de su esposa que le cuenta sus penurias, mientras el guarda prisión en la España franquista. En ellos, Hernández expresa su impotencia y desesperación frente al hambre de su esposa y su pequeño hijo.

“Suenan” mientras leo el texto del informe para el segundo debate del proyecto de ley para las reformas laborales que se tramita en la Asamblea, una de las cuales ampliaría la licencia por maternidad o paternidad hasta en doce meses.

¿A quien beneficia esta licencia? No a las mujeres que escamotean el tráfico para vender frutas en el las calles; no a las que se suben a cualquier bus a vender cualquier baratija; no a las que se agencian para preparar cualquier vianda en cualquier acera. ¡No! Ellas cargan a sus guaguas en la espalda y ellas y ellos por igual muerden frío e inhalan smog. Pero esta ley no es para ellas.

¿Beneficia a la obrera textil; a la mujer que cosecha y limpia rosas en una florícola; a la trabajadora agrícola? ¡No señor! Ellas no pueden prescindir de un día de sueldo, peor de un año. ¿Quién, si no pone el pan en la mesa?

¡Quien pudiera estar un año junto los guaguas sin trabajar! ¡Hay quién pudiera!

“Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio”.

 

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