Por Gustavo Reyes
La Venezuela de “Carabobo”, de la “Queseras del Medio”, de “La Victoria”, “San Mateo” y “Boyacá”; del gran mariscal Bolívar que legó la independencia americana, quien juró no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma, hasta romper las cadenas de la opresión; del cuartelazo del 92 que anunció el sueño de una Patria grande con la figura de Chávez, ya no es la misma hoy, ya no! En la Venezuela de hoy y de siempre es incompatible hablar de libertad en medio del aumento de la pobreza, la crisis de abastecimiento por falta de alimentos y medicamentos, la recesión e inflación brutales y los altos índices de violencia y homicidios en algunas partes del país como su capital, Caracas, una de las más violentas del mundo.
En Venezuela al igual que acá, estamos polarizados por el neopopulismo, la vertiente más peligrosa de la derecha, en donde a las y los opositores solo hay dos cosas muy fáciles para decirles: “que son fascistas o agentes de la CIA”, se persigue o se violenta todas las voces disidentes desde la izquierda, si denuncias el hambre o la ineptitud del gobierno, te acusan de estar pidiendo a gritos la intervención del imperialismo, cuando no necesariamente eso sea cierto.
El reformismo nacionalista de los gobiernos denominados como progresistas en Latinoamérica, a la final no hacen más que perfeccionar el sistema capitalista; sus propios límites, que denuncian no romper con la estructura franca de dicho sistema hacen que finalmente las conquistas de las y los trabajadores se traduzcan en pequeñas compensaciones a su degradación histórica, a la luz de hechos económicos materiales como la aceleración del crecimiento del gigante chino, la deshomogeneización del poder entre las principales potencias de Europa y los Estados Unidos, que provocaron un aumento de la demanda de los comodities, que generosas entregan nuestras pachamamas, provocó que sus precios se eleven a niveles exorbitantes.
Pero como la “izquierda” neopolulista que tomó el poder político de algunos países de la región, no provocó cambios estructurales al sistema, como la socialización de los grandes medios de producción, base real del socialismo; y, al acabarse esta suerte de lotería de altos precios de materias primas, la balanza vuelve a arremeter contra los mismos de siempre: los trabajadores y la pequeña burguesía orbitante (pequeños comerciantes), rezagándolos a la desocupación, pobreza y en ciertos sectores de la Venezuela, al hambre; entonces, qué de nuevo tiene que decirnos el neopoulismo sino acentuar las diferencias entre supuestos ricos y pobres a través de un discurso que lo único que genera es un nuevo poder: el de los nuevos ricos, que se sienten blindados de una ideología por ellos prostituida, produciendo hechos de violencia irracional del pueblo contra el mismo pueblo.
En esta paradoja del discurso polarizador del neopopulismo, la izquierda real no tiene cabida, pues el único contradictor que tiene posibilidades de ocupar los grandes medios de comunicación es la derecha conservadora, la cual se constituye en su rival, más no en su opositor; es allí entonces donde esta derecha juega el papel de los demócratas; de los pluralistas, en donde te dan cabida para hablar ciertas de tus posturas como izquierda crítica porque golpean al discurso hegemónico, me pregunto: que deberíamos hacer entonces los progresistas, ¿declararnos puristas y no ocupar dichos espacios, con lo cual, lo único que hacemos es alimentar esa polarización ya marcada y regalarle todo el terreno al neopopulismo?, ¿renunciar a nuestras luchas y discurso porque no tenemos cabida en el escenario político real de la superestructura implantada? O levantarse y pedir de frente la salida de estos Gobiernos que no nos representan más, levantando con fuerza vigorizadora el verdadero discurso de la emancipación.
Si criticamos el engaño y corrupción del kirchnerismo, si saludamos la postura firme de los pueblos bolivianos al decirle no a la reelección indefinida de Morales desde esta arista, si criticamos a Dilma ahogada en los círculos de corrupción brasileños, y consideramos la dolorosa necesidad de votar por Lasso para salir del neopopulismo en Ecuador, también debemos levantar las voces críticas de la izquierda venezolana que desnudan las políticas populistas del gobierno de Maduro y son criminalizados por ese hecho como el Profesor Manuel Sutherland, quien denunció hechos como el fraude de las grandes “nacionalizaciones” como la del Banco de Venezuela, que al Grupo Santander le costó cerca de 300 millones de dólares hace algunos años, y que luego el Gobierno pagó prácticamente 1.500 millones de dólares. No solo habían obtenido las utilidades anteriores sino que habían sacado una enorme cantidad de bolívares sobevaluados (subsidiados por el estado) para convertirlo a dólares y fugarse.
No se puede tapar el sol con un dedo y culpar únicamente a la “guerra económica” del desastre de Venezuela, cuya economía se volvió absolutamente dependiente del petroleo, pues el 95% de las exportaciones del país llanero solo constituyen este producto, cuyo precio subió casi 14 veces en el chavismo; y si subió 14 veces, la economía debió haberse dinamizado de manera radical. Es decir, mucho más empresas, más industrias, más fábricas, más agro, pero al igual que en nuestro país eso jamás pasó y con su sistema monetario solo se incrementaron las fortunas de unos pocos ricos que realizaban exportaciones ficticias, como lo denunciara el ex legislador Jorge Escala en el año 2012 a quien tuve la oportunidad de asesorar en ese año, hechos que lo realizaban a través del sistema “SUCRE” desde Ecuador, a vista y paciencia de las autoridades judiciales del chavismo y el correísmo, ¿donde entonces está lo revolucionario?
El problema fundamental de la economía venezolana es su falta de producción, en ese país no se produce literalmente nada, ¿en donde está el dinero del petróleo?, en unas cuantas misiones que sin esa plata se esfuman como el humo y pretenden culpabilizar a los escuálidos, que es cómo bautizaron a los pelucones de acá, cuando en ese país no se desarrolló una fuerte industria de equipo que es lo básico para tratar de provocar un desarrollo material clave para otro tipo de desarrollos y que estuviera a cargo del Estado, hecho que solo al final de la vida de Chávez se trató de corregir y se pretendió hacer una alianza con Bielorrusia que solo fue un desastre contractual. Otro de los efectos que jamás se hizo en este socialismo Bolivariano fue el apoyo irestricto a la investigación y las reformas educativas fueron otro desastre. Qué decir de los derechos de las y los trabajadores, si su principal derecho, que es el de trabajar no se cumple, pues los niveles de desempleo son elevadísimos o la deuda externa que con la inmensa producción de petróleos y a esos precios es inaceptable.
Entonces, la crisis política de Venezuela no es porque los dichosos medios de comunicación hayan minado la conciencia de su pueblo y provocaron que la oposición de la derecha conservadora ganara la Asamblea Nacional; en este punto, porqué no hacemos una autocrítica y asumimos mejor el papel del discurso crítico del progresismo que en ese país su único espacio fue a las faldas del chavismo; y, el hecho de no solidarizarnos con los luchadores sociales de su izquierda constituyen en una complicidad mayor todavía. En función de eso y desde el progresismo crítico decimos a todo pulmón, ¡viva la Venezuela de Bolívar, viva la VENEZUELA LIBRE!