NUEVOS TIEMPOS, LOS MISMOS DESAFÍOS

Por @Sinburka

La lucha de la mujer por gozar de iguales derechos que el varón data de tiempos inmemoriales no obstante la invisibilización u ocultación de esta lucha desde la visión androcentrista de la historia.  Los avances, a no dudarlo, son innegables e importantes pero no han sido suficientes para salvar esa brecha de género, ese resquicio que determina que hombres y mujeres nos ubiquemos en orillas distintas y no tengamos un acceso parejo a los recursos y oportunidades; y, que nuestra porción de poder se limite cuando más a lo doméstico y se escancie a cuenta gotas en el ámbito tanto público como privado.

Esta brecha que pasa por lo económico, tecnológico, educativo  y político, entre otros, tiene un origen cultural, por lo que, mientras en la sociedad subsista un sistema sexo-género por el que se asocia al sexo reproductivo un conjunto de valores, creencias y actitudes, subsistirán constructos como estereotipos y roles diferenciados y, subsistirá, por lo tanto,  la discriminación en su variado abanico de manifestaciones.

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde que la revolución industrial y las dos grandes guerras, con la consecuente demanda de mano de obra, abrió las puertas del trabajo remunerado a la mujer y propició su paso del ámbito doméstico al espacio público- visible. Lejanas se antojan  las luchas de las «suffraguettes» que reclamaban el derecho al voto y, posteriormente, a ocupar cargos de elección popular. No obstante, la discriminación horizontal, que direcciona a las mujeres a estudios o cargos típicamente femeninos está a la orden del día y la vertical que pone bajo los pies de las mujeres un piso pegajoso que les impide salir del rol de cuidado y reproducción y que pone sobre sus cabezas un techo de cristal, que limita sus posibilidades de ascenso laboral y político, es una realidad, lo niegue quien lo niegue y le guste a quien le guste.

Y para muestra un botón.

Los datos que veremos a continuación son decidores, no solo porque demuestran la prevalencia de la brecha de género sino porque, demuestran también que, las medidas de acción positiva o discriminación inversa que se han adoptado en diversos instrumentos internacionales o leyes nacionales, entre ellas la Constitución ecuatoriana, solo tocan lo formal sin que logren una transformación efectiva:

-A marzo del 2016, según una encuesta de Deloitte aplicada en Ecuador en empresas grandes y medianas, arroja que los cargos de dirección en empresas están ocupados en porcentajes muy bajos por mujeres:  en presidencia 5%, 8% en vicepresidencia, 12% en gerencia general y como accionistas un 22%

-Para que exista esta diferencia tan descomunal, uno de los factores más importantes e influyentes parece ser el cultural:  el 47% de encuestados por Deloitte (hombres y mujeres) creen que las mujeres tienen las mismas oportunidades laborales que los hombres, y un 34% de esta muestra cree que los hombres deben ganar más que las mujeres por el solo hecho de ser hombres.  De acuerdo al Informe de Desarrollo humano 2015 de las Naciones Unidas, en Ecuador la mujer gana en promedio 16% menos que su colega masculino

-Una encuesta de la consultora Ipsos Ibid, también aplicada en Ecuador  en marzo del 2016,  corrobora como el principal problema el cultural, pues del universo encuestado el 60% considera que si las mujeres trabajan sus hijos sufren y un porcentaje similar opina que ser ama de casa es muy satisfactorio. Además el 40% de mujeres  piensa que si ganan un salario mayor al de su marido “es casi seguro que eso les cause problemas”. Y  ante la pregunta de que quién tiene prioridad en el momento de ocupar una vacante, el 23% de las personas cree que los hombres tienen más derecho a un empleo que las mujeres.

-Sobre estos paradigmas sociales y culturales recae la explicación para que la cifra de mujeres desempleadas y subempleadas crezca más que las de los hombres. Según cifras del INEC, en marzo del 2016,  a nivel nacional el 7,4% de las mujeres estuvo en situación de desempleo, frente al 4,4%  de los hombres, es decir, la diferencia entre los dos sexos casi llega al 60%.

-En cuanto a las mujeres investigadoras, según la revista Redacción Médica, el 40% de investigadores en Ecuador son mujeres.  Como en el resto de nichos, para que la mujer ingrese al campo de la investigación, el mayor problema es cultural, puesto que por su estructura, la sociedad le ha dado a la mujer otras obligaciones, familiares, principalmente

-Según cifras de ONU Mujeres Ecuador, al 2015, el 40.2% de la población ocupada en el sector informal en el ámbito nacional, son mujeres. Esta cifra se agrava en el área rural ya que el 73% de las personas ocupadas en actividades de la economía informal, son mujeres.

En  resumen, todos los indicadores económicos dan cuenta de las desventajas que padecen las mujeres, mismas que se agravan con situaciones de pobreza y marginalidad en los que las tasas de morbilidad y mortalidad se disparan respecto de las de los varones y alcanzan cifras inconmensurables cuando se trata de conflictos bélicos o catástrofes naturales.

Reza un paradigma en derecho que «lo que abunda no hace daño». Por eso es necesario abundar y repetir y abundar y repetir hasta la saciedad, hasta que no quepa duda ni indiferencia frente a lo evidente. Y más cuando nuevos vientos políticos se avecinan, en los que hay que esperar un espacio de contienda más democrático quizá pero no por ello uno en el que graciosamente, casi al desgaire,  nos confieran derechos, como los sexuales y reproductivos, que se avizoran como duros de batallar.

Ante los nuevos tiempos, los movimientos de mujeres enfrentan nuevos desafíos frente a las mismas luchas: volver visible y revalorizar la historia de las mujeres y lograr una transversalización (mainstreqaming) de la perspectiva de género en el conjunto de políticas, públicas y privadas, que consideren y den respuesta a situaciones, prioridades y necesidades tanto de hombres como de mujeres.

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